La Basílica Santa Maria Novella, con sus coloridos mármoles, su elegante forma y sus obras de arte, es una de las más importantes en Florencia. En el encantador marco de la Plaza Santa Maria Novella y a pocos pasos de la estación homónima, la basílica y el convento contiguo fueron fundados por los dominicos en el Siglo XIII a partir de la pequeña Iglesia Santa Maria de las Viñas, llamada así porque en aquella época estaba rodeada de campos cultivados.
La basílica y el convento contiguo fueron fundados por los dominicos en el siglo XIII, a partir de la pequeña iglesia Santa Maria delle Vigne, llamada así porque en aquel tiempo estaba rodeada de tierras cultivadas.
La espléndida fachada de mármol blanco y verde se inició en el 1350, cuando se construyó la parte inferior en estilo románico, mientras que la parte superior fue terminada solo en el 1470 por Leon Battista Alberti.
El interior de la Basílica, primer ejemplo de arquitectura gótica en Florencia, es un tesoro de obras maestras.
Comenzamos con la Trinidad de Masaccio del 1424, el fresco con el que se experimentó por primera vez el uso de la perspectiva, el apogeo del arte renacentista.
Al final de la nave central se distingue el grande Crucifijo de Giotto del 1290, situado a 4,5 metros de altura, espléndida obra del artista en su juventud.
En la Capilla Strozzi se pueden admirar los frescos de Filippino Lippi de la vida de San Giovanni Evangelista, mientras que la Capilla Tornabuoni está pintada al fresco por Domenico Ghirlandaio y su taller, donde fue aprendiz Michelangelo, que muy probablemente trabajó en este ciclo que representa escenas de la vida de la Virgen y San Giovanni.
Sin olvidar el Nacimiento, obra juvenil de Sandro Botticelli, y en la Capilla Gondi, el Crucifijo de Filippo Brunelleschi, la única escultura de madera del gran arquitecto que, según Vasari, la esculpió como un desafío a la escultura de Donatello, situada en Santa Croce.
Es posible visitar todo el Conjunto Monumental de Santa Maria Novella, accediendo también a todas las salas dominicas, y los claustros, empezando por el famoso Claustro Verde, cuyos maravillosos frescos de la primera mitad del Siglo XV -pintados por Paolo Uccello y colaboradores- se exponen en el Refectorio tras la delicada restauración llevada a cabo por el Taller de las Piedras Semipreciosas.
Un pasillo conecta el Claustro Verde con el Claustro de los Muertos, un espacio que tuvo una función predominantemente de cementerio, como demuestran los restos de la valiosas decoraciones al fresco de las capillas funerarias y numerosas losas sepulcrales de diversas épocas.
La visita continúa con la sala del antiguo capítulo, conocida como el Capilla de los Españoles, cuyo ciclo -realizado al fresco por Andrea di Bonaiuto- es uno de los más altos y espectaculares representaciones de la misión dominicana, y el Claustro Grande, del Siglo XIV, llamado así por las extraordinarias dimensiones de sus lados, formados por cincuenta y seis arcos de punto redondo.
Se construyó entre los años 1340 y 1360 con la colaboración de varias familias florentinas, cuyos escudos de armas pueden verse esculpidos en los pilares de la logia.
Dos siglos más tarde, otras familias nobles contribuyeron, junto con el Gran Duque Cosimo I de Medici, a decorar todas sus paredes con un grandioso ciclo de frescos, pintados por más de quince pintores de la Academia Florentina.
Otra joya de la pintura en la fase de transición entre el Renacimiento y el Manierismo es la Capilla del Papa, preparada para la entrada solemne del Papa León X de Medici en Florencia el 30 de noviembre de 1515.
La decoración fue realizada por Ridolfo del Ghirlandaio, responsable de la escena de la Coronación de la Virgen en el lado opuesto a la puerta. La obra fue completada más tarde por Jacopo Carucci, conocido como Pontormo, autor tanto de las figuras de los Putti en la bóveda de cañón como de la famosa luneta con la Verónica en el muro de la entrada, uno de los momentos culminantes de la pintura florentina del Siglo XVI.