La Colegiata de los Santos Quirico y Giulitta, conocida como Colegiata San Quirico d'Orcia, es una espléndida iglesia románica construida sobre los restos de una antigua parroquia.
Por ese motivo presenta tres portales muy diferentes entre sí. La más grande, por la cual se accede al interior, de estilo románico, es del siglo XII y presenta un gran arco sostenido por un par de columnas que apoyan sobre dos leones: en el arquitrabe se pueden admirar dos cocodrilos uno frente al otro, mientras que en la luneta ha sido tallada la figura de San Quirico.
En cambio, en el lado derecho de la iglesia hay dos portales laterales que se añadieron después, justo en la carretera por donde pasa la Vía Francígena.
El primero es de estilo lombardo, del siglo XIII, soportada por dos cariátides que se apoyan sobre dos leones. Construido en el 1288, se atribuye a Giovanni Pisano, que en aquellos años estaba en Siena trabajando en el Duomo, ya que en la cúspide del portal se encuentra la inscripción en caracteres góticos "Iohes", que podría hacer referencia al nombre del escultor.
El tercer portal se remonta al 1798 y muestra una combinación de elementos góticos y románicos.
En su interior se pueden admirar las taraceas realizadas entre los años 1482 y 1502 por el artista de Siena Antonio Barili para el Duomo de Siena y adquiridas en el siglo XVII por la familia Chigi para traerlas aquí.
También es espléndido el gran retablo del siglo XV de Sano di Pietro, donde ha sido representada la Madonna con el Niño con Ángeles y Santos y algunos episodios de la vida de la Madonna.
En el interior de la Colegiata San Quirico d'Orcia se encuentra el coro de madera de Antonio Barili, una obra realizada para la Catedral de Siena en el periodo comprendido entre los años 1483 y 1504 y trasladada aquí en el 1749 gracias al interés de Flavio Chigi. Los paneles, colocados detrás del altar mayor, eran originalmente diecinueve, cada uno decorado con diferentes figuras.
Encima de los paneles estaba posicionado un arquitrabe, y sobre él se elevaba un friso decorado con motivos animales y vegetales, y la parte superior se cerraba con una cornisa. En los siete paneles que se conservan en el interior de la Colegiata, aún podemos observar esta estructura, pero sólo podemos imaginar lo elaborada que estaba antes de que el coro fuera desmantelado y dispersado.
La obra puede definirse como extraordinaria en varios sentidos. En primer lugar por la calidad artística de las taraceas a las que Barili había dado una connotación pictórica tratando de evocar, a través del uso de la madera, el efecto del color. También encontramos un aspecto documental ya que, dicho trabajo, nos permite conocer más de cerca el oficio del taraceador. Por último, es posible considerar el coro como una búsqueda de la tercera dimensión, con claroscuros obtenidos mediante la yuxtaposición de pequeñas porciones de madera de diferentes tonos y sutiles incisiones que recrean rizos y mechones de cabello.