La Reserva Natural de los Alpe de la Luna está situada en el corazón de los Apeninos, en las montañas que se extienden entre los municipios de Pieve Santo Stefano, Badia Tedalda, Sansepolcro y Sestino, entre pueblos silenciosos y cumbres boscosas.
El lugar más espectacular es Ripa de la Luna, una pared rocosa de 200 metros de altura en forma de guadaña en la ladera septentrional de la Montaña Frati, la más alta de la Reserva con 1453 metros. Tal vez fue esta forma particular la que le dió el nombre al Alpe o quizás fueron los ritos dedicados a la luna, que aparentemente tuvieron lugar aquí en épocas antiquísimas.
Alrededor de la Ripa las laderas están cubiertas por una espesa y espectacular vegetación, compuesta principalmente por hayas seculares, entre las que se encuentran plantas de agrifolio y coloridas alfombras de crocus, ciclamen y cervunos.
A finales de la primavera, en los pastos se pueden apreciar las flores púrpuras de la lunaria: son los frutos redondos los que han dado a la planta su nombre, que, una vez secos, se conocen como "medallones del Papa"
En otoño el bosque se tiñe de mil tonos de oro, rojo y naranja.
En el silencio y la paz de los bosques gamos, ciervos y corzos pastan la hierba de los prados y las aves de presa como el gavilán o la majestuosa águila real revolotean en el cielo.
Al pie del Alpe, cerca de los límites de la Reserva, la erosión del agua ha esculpido en la arenisca una cascada de aguas destellantes no lejos de Sasso Spicco que aquí forma un refugio natural, donde, según la tradición,San Francisco bajó de la ermita de Montecasale para cantar alabanzas a Dios a la luz de la luna.
El Alpe también fue amado por Piero della Francesca, que nació cerca de aquí, en Sansepolcro, y estos paisajes inspiraron su arte.
Manfredi era un caballero y Rosalía "sólo" una noble de la campaña: un amor apasionado nació entre ellos en la Edad Media, pero fue obstaculizado por sus familias.
Sus noches de amor las pasaban susurrando en secreto palabras de amor asomados al balcón, y en una noche de luna llena, Rosalía miró hacia afuera y dijo: "Vea usted Caballero, si, cuando la luna parece estar apoyada al Alpe, uno pudiera tocarla, podría pedir lo que desea y sería escuchado. También narran los ancianos que hay inmensos tesoros en el Alpe. Pero nadie ha sido capaz de tocar la luna y recuperar los tesoros. Alguien que ha ido, nunca regresó, porque el Alpe es de la luna y ella mata a quienes se atreven a acercarse"
Manfredi, intrépido, decidió correr el peligro y aventurarse, en busca de los tesoros "de la luna": Rosalía, enamorada y valiente, decidió acompañarlo, pero nadie los vió nunca regresar.
Hace unos siglos, los carboneros y leñadores decían que en las noches de luna llena oían el galope de dos caballos y veían dos sombras cercanas, con las manos extendidas hacia lo alto, en un intento desesperado de tocar la luna.