El complejo, con diversas torres que hace que parezca un fuerte, se encuentra junto al río Arno a la altura del pueblo Le Sieci. Se trata de una verdadera fábrica industrial que hasta la Edad Media dedicó su actividad a abatanar la lana.
El batán de Remole se encuentra en el río, ya que para realizar esta actividad era necesario utilizar la fuerza del agua. De hecho, todos los edificios construidos a lo largo del Arno aprovechaban esta energía para hacer funcionar la máquina que golpeaba y apisonaba los trozos de lana. Las telas, aun húmedas, se transportaban a través del río a Florencia para su acabado final.
El complejo en el que se encuentran todas estas obras hidráulicas cuenta con una presa, un dique y un pequeño puerto que servía para cargar los paños, y permanece prácticamente inalterado. Por otro lado los edificios, en estado de abandono, siguen conservando aún su magia.
La elaboración de la bayeta (el tejido de la lana) y su comercialización fue una actividad que en el año 300 hizo de Florencia una ciudad muy importante. Le Gualchiere perteneció a la familia Albizi, Rucellai y Valori hasta 1541, cuando el gremio Arte della Lana compró el complejo de Remole y gestionó su actividad hasta 1728.
Arte della Lana, uno de los siete gremios de mayor prestigio de la ciudad, generaba una inmensa riqueza y dedicaba grandes esfuerzos a la promoción del patrimonio cultural y monumental de Florencia.
Pietro Leopoldo di Lorena eliminó los gremios y como consecuencia Le Gualchiere di Remole entró a formar parte de los bienes de Santa Maria del Fiore. Años mas tarde, en la era napoleónica, la Cámara de Comercio se hizo cargo de la propiedad, de la que finalmente se ocuparía el Ayuntamiento de Florencia.
A la espera de que se realice un proyecto de recuperación o de encontrar un nuevo uso para el complejo, Le Gualchiere di Remole resulta una visita muy interesante, ¡aunque sea sólo desde el exterior!
El complejo es un claro ejemplo de un edificio fortificado medieval, y se pueden observar todas las estructuras hidráulicas acercándose al río. El pequeño pueblo dentro de la que era la muralla –hoy quedan tan solo algunas ruinas- fue habitado hasta los años setenta y usado hasta como escuela. Hoy en día el único habitante de Gualchiere es un escultor, Piero Gensini, que con su taller mantiene vivo este extraordinario lugar.