Las murallas de la ciudad de Cascina se documentan por primera vez en 1292. En realidad, ya existía antes una fortificación alrededor del centro habitado del pueblo pero, probablemente, al ser de madera, se reforzó a finales del siglo XIII.
Cascina era entonces de importancia estratégica, por lo que tuvo que defenderse de los continuos embates que veían como protagonistas a las cercanas Pisa y Florencia, pero, sobre todo, tuvo que defender sus campos cultivados. Para ello se construyeron una torre militar y un castillo y, posteriormente, se hicieron las murallas.
Por supuesto, dependiendo del clima político regional, las murallas han sufrido cambios de lo más variados, con el uso de diferentes materiales y añadidos distribuidos en varias fases constructivas. Se conoce la presencia dos puertas, la Puerta de Pisa al oeste y la Puerta de Florencia al este, así como doce torres defensivas, la más alta de las cuales alcanza casi 8 metros. Además, también había un foso con dos puentes levadizos que delimitaba las murallas y que posteriormente fueron reemplazados por puentes fijos de ladrillo.
Actualmente las paredes están muy fragmentadas debido a los cambios que afectaron la estructura original.