En Pontremoli, en una de las plazas más importantes y simbólicas del pueblo, se encuentra el Museo Diocesano, bajo el Palacio Episcopal. El Museo se inauguró el 31 de enero de 2009 por voluntad del obispo Eugenio Binini para dar una segunda vida al patrimonio religioso y artístico presente en Lunigiana y procedente de las distintas iglesias diseminadas en el territorio.
Gracias a su posición estratégica, Pontremoli se enriqueció cada vez más durante el siglo XVIII, hasta el punto de que en 1778 fue nombrada ciudad noble por el Gran Duque de Toscana. A partir de ese momento, se separó de la diócesis de Luni y Sarzana para convertirse en diócesis autónoma. Por este motivo, el palacio que entonces era la sede del ayuntamiento se convirtió en el Palacio Episcopal. Enfrente se encuentra la Catedral de Pontremoli, que en aquellos años se convirtió en la Catedral de la diócesis, sobre el altar se encuentra uno de los símbolos de la ciudad: la Virgen del Pueblo, celebrada por los habitantes de Pontremoli el 2 de julio, día en que se le hizo un voto en 1622 para salvar a la población de la peste.
En la primera parte del museo, dedicada a la Edad Media, se narra la cristianización de Lunigiana a través de varios paneles, gracias también al molde de la lápida de Leodegar, el hombre que "hizo pedazos varios ídolos paganos", el molde de una estatua estela y una maqueta de plástico que destaca la difusión de las distintas parroquias, iglesias y capillas diseminadas a lo largo de la Vía Francígena.
La segunda parte del museo, en cambio, está dedicada a los diversos objetos utilizados durante cerca de dos siglos por la diócesis, como cruces, tarjetas de altar, ornamentos y las muy especiales Vírgenes vestidas. En el centro del museo se encuentra uno de los símbolos de Pontremoli, el molde del laberinto, que representa el viaje de los peregrinos y la esperanza de redención, cuyo original se encuentra en la iglesia de San Pietro, al final del pueblo.
Entre los objetos más especiales de este museo se encuentran las Vírgenes vestidas o Estatuas vestidas.
Esta expresión indica un tipo particular de representación de la Virgen y del Niño, caracterizada por un gran realismo. Esto se consigue principalmente por el hecho de que las estatuas se decoran con ropas de telas ricas y chillonas y, a veces, también se utilizan pelucas.
Suelen ser maniquíes reales modelados sólo en las partes de la cara y las manos, mientras que lo que cubre la tela se deja inacabado. Entre ellas se encuentra la ya mencionada Virgen del Pueblo, que, sin embargo, tiene la característica de estar enteramente tallada y modelada, incluso bajo la túnica. El ritual de vestirse, sin embargo, tenía reglas precisas y entre ellas estaba que sólo podían realizarlo las mujeres.
Una antiquísima tradición que alcanzó su apogeo en el siglo XVIII, desvaneciéndose lentamente en el siglo XX, pero que vuelve a ser recordada y admirada en el Museo Diocesano de Pontremoli.