La Torre de las Horas, o Torre del Reloj, en Lucca es, con sus 50 metros, la más alta de las 130 torres construidas en la ciudad desde la Edad Media. Situada en la céntrica Via Fillungo, se caracteriza por su función de reloj activo desde finales del Siglo XIV.
La torre se puede visitar subiendo los 207 peldaños de la escalera de madera original, al final de la cual se puede admirar su mecanismo, ahora controlado digitalmente, pero que hasta hace unos años seguía funcionando con cuerda manual, siendo uno de los más interesantes de Europa.
Desde las grandes ventanas de arco, también se puede disfrutar de la espléndida vista de los palacios y las calles, los tejados rojos y los campanarios de Lucca y, más allá, en la distancia, las colinas y los paisajes de Piana di Lucca.
La torre, cuya construcción se remonta al Siglo XIII, ha pertenecido paulatinamente a las más famosas familias de Lucca, como Quartigiani, Diversi, Cristofani, Sesmondi y Ceci.
Fue entonces, en el 1390, cuando el Consejo General de Lucca decidió que el reloj fuera fabricado por el orfebre más importante del lugar en aquella época, Labruccio Cerlotti, mientras que en el 1490 se colocó también el cuadrante exterior, de modo que las horas no sólo se pudieran oír sino también ver.
Un nuevo mecanismo fue instalado en el 1754 por el ginebrino Louis Simon con la colaboración de Sigismondo Caturegli de Lucca, junto con tres nuevas campanas, por Stefano Filippi. Para recordarlo, una veleta de hierro en el techo lleva el lema "Libertas" y el año 1754.
La Torre de las Horas también está vinculada con el nombre de Lucida Mansi y su leyenda. La dama noble de Lucca que vendió su alma al Diablo a cambio de belleza y juventud. Sin embargo, después de los treinta años acordados, el Diablo volvería para exigir el pago de la deuda: su alma. La noche del 14 de agosto de 1623, la última de su "diabólica" juventud, Lucida subió los más de 200 escalones de la Torre para detener la campana que daría la hora de su muerte. No llegó a tiempo y cayó en el estanque cercano del Jardín Botánico, de donde se dice que sigue saliendo en las noches de luna llena.