En la localidad de Porto di Mezzo, en Lastra en Signa, antigua aduana de los padres de Badia di Settimo, se encuentran algunas de las más bellas villas de la campaña florentina. En la zona llamada Le Selve, sobre una colina a la izquierda de la vía hacia Pisa - mirando en dirección a Empoli - se encuentra la residencia que fue propiedad de la familia ducal de los Salviati y que ha pasado a la historia por haber hospedado a Galileo Galilei.
En realidad, la villa tiene una historia muy antigua: inicialmente como "casa de señoras" propiedad de Giovanni di Donato Bonsi delle Ruote, se transformó en una casa señorial entre los años 1515 y 1525, proyectada por el arquitecto Baccio d'Agnolo, quien diseñó las logias interiores y las imponentes fachadas con sus característicos ventanales a dos aguas.
En este período la Villa Le Selve era una propiedad de la familia de los Strozzi: Filippo il Giovane, gran antagonista de Cosimo I y desafortunado protagonista de la batalla de Montemurlo, se convirtió en su único dueño en el 1526. Después de la derrota del partido contra los Medici, la villa fue confiscada y cedida al Hospital de Santa Maria Nuova, que a su vez la vendió al líder Chiappino Vitelli, fiel a Cosimo I. Fue el arquitecto Bartolomeo Ammannati quien dió a la fachada oriental su aspecto actual, creando soluciones de gran nivel artístico como la serliana, las semicolumnas con capiteles jónicos y los prótomos leoninos.
En el 1577 la villa pasó a ser propiedad de la familia de los Salviati y, entre los años 1610 y 1614, una de las habitaciones de la fachada este ha hospitato en modo permanente a Galileo Galilei, amigo de Filippo Salviati, su alumno en Padua y figura que el gran científico incluyó en el Dialogo sobre los dos mayores sistemas del Mondo), una obra del 1632. La tradición narra que Galileo descubrió en este lugar los satélites de Júpiter. En realidad, en Villa Le Selve el científico, como revela su discípulo Vincenzo Viviani, se aplicó en "observaciones muy escrupulosas" realizadas sobre las manchas solares. La villa conserva un interesante retrato del científico en su estudio, mientras medita con la mirada hacia lo alto.
En Le Selve, a lo largo de los siglos, no se han realizado grandes modificaciones, salvo la construcción de una tercera entrada, insertada en una logia que acogería a los carruajes, así como la incorporación de un gran reloj que completó la fachada norte. Una de las ventajas de este edificio del siglo XVI es que está situado en un entorno naturalístico muy relajante.