En el espectacular paisaje de la campiña de Grosseto, enclavado entre suaves colinas esparcidas de olivos, el pequeño pueblo de Batignano aparece de repente a los ojos del viajero, mezclándose perfectamente con el entorno en un ejemplo de absoluta armonía. El castillo debe su importancia en la Edad Media a las minas de las que se extraía plata y plomo, que se encontraban en la zona hacia Montorsaio.
Como suspendido en el tiempo, el núcleo urbano, un puñado de casas jalonadas de callejuelas, pequeños arcos, iglesias, restos arqueológicos y pequeños espacios abiertos, es un paraíso para quienes buscan un viaje entre tranquilidad y paz.
La historia que lleva a sus espaldas está llena de importantes huellas que se pueden descubrir entre las estrechas calles con sólo levantar la vista para captar aspectos, detalles, imágenes que evocan la existencia pasada de los antiguos habitantes.
Al llegar al centro del pueblo, descubrimos la Parroquia San Martino, que protege los restos del Beato Giovanni y la singular logia que nos acompaña hasta una de las puertas abiertas en las murallas, desde la cual es posible contemplar un panorama impresionante. Pero la belleza del pueblo no termina con los palacios y monumentos: como cualquier pueblo antiguo que se precie, Batignano mima a sus visitantes con agradables eventos folclóricos y de espiritualidad que se celebran durante todo el año. Visítalo durante el periodo navideño para descubrirlo adornado con pequeños belenes que apreciarás en sus balcones, callejones, plazas e incluso nichos en las paredes: uno de los más peculiares suele estar en el interior de la antigua panadería del pueblo, en una pequeña habitación con suelo de tierra batida. Aunque sólo sea para saborear estas atmósferas, esta pequeña joya de Maremma merece una visita.