La entrada principal del pueblo es el oratorio del Siglo XVII dedicado a los Santos Rocco y Bernardo, reconocible por su cúpula de cobre, añadida en el Siglo XIX tras una restauración.
Entre las peculiaridades más significativas del pueblo, y del valle del Caprio, se encuentran las casas-torre, conocidas localmente como "caminà". Junto al oratorio, de hecho, se alzan dos edificios, en la antigüedad con función residencial y defensiva, para el control de la Vía Francígena y la comunicación con otras estructuras similares del área. Estas viviendas, concebidas originalmente como edificios fortificados, tenían la entrada en el primer piso, accesible por una escalera retráctil; los pisos superiores albergaban las habitaciones, mientras que la planta baja, dotada únicamente de hendiduras, servía de almacén.
En tiempos más recientes, Ponticello, con su patrimonio histórico, consiguió sobrevivir a los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial: su proximidad a un presidio naval hizo que el pueblo fuera inevitablemente bombardeado, pero afortunadamente esto causó pocos daños, permitiendo que Ponticello permaneciera casi intacto hasta nuestros días.
Y es precisamente esta resistencia la que ha devuelto la vida a Ponticello a través del evento anual "Los Oficios en el Pueblo", un acontecimiento que celebra la antigua artesanía local, preservando su conocimiento y tradición.