
Lucca es una ciudad que se revela paso a paso, con la gracia silenciosa de los lugares que preservan el tiempo. Rodeada de murallas renacentistas perfectamente conservadas, ofrece una armoniosa mezcla de arquitectura, jardines, plazas y tradiciones.
Caminar por sus bastiones, subir a sus torres, perderse por sus calles empedradas o saborear los platos de la cocina local es un viaje a una Toscana tranquila y auténtica.
He aquí diez experiencias para descubrir la cara más fascinante de Lucca, entre arte, música, naturaleza y sabores.
Las murallas de Lucca abrazan el centro histórico con sus más de cuatro kilómetros; por ellas se puede pasear a pie o en bicicleta y entrar en sintonía con la ciudad. El amplio y arbolado recorrido transcurre entre bastiones, torreones y tramos sombreados por plátanos centenarios, ofreciendo inesperadas vistas de antiguos tejados y jardines ocultos.
Aquí, cada momento tiene su propia atmósfera: al amanecer, la ciudad se despierta en un silencio sólo interrumpido por el canto de los pájaros; al atardecer, la luz dorada baña las almenas y las piedras, transformando el paseo en un lento y silencioso viaje por la historia.
La Torre Guinigi sorprende incluso antes de subir a su cima, con su verde follaje de encinas que sobrepasa los tejados transmite una idea de armonía entre naturaleza y arquitectura. De 45 metros de altura, es la única torre privada de Lucca que ha permanecido intacta a lo largo del tiempo.
Sus 230 escalones suben entre muros medievales y luminosos vanos, hasta una terraza sorprendente: un pequeño jardín colgante desde el que la vista abarca la ciudad y las colinas circundantes. Una experiencia única donde el silencio se mezcla con el antiguo aliento de la ciudad.
Al bajar de la torre se entra en el corazón palpitante de Lucca. Por Via Fillungo, calle adoquinada del centro, se pasea sinuosamente entre torres medievales, palacios aristocráticos y rótulos antiguos. Es la más animada y emblemática de Lucca, donde los escaparates de las tiendas con historia se alternan con cafés y antiguas residencias que narran siglos de historia urbana. Desde aquí se descubren pasadizos ocultos, patios silenciosos y vistas que cambian a cada paso. Una invitación a dejarse guiar por la curiosidad, en medio de una arquitectura elegante y atmósferas atemporales.
Corazón y símbolo de Lucca, la Piazza del Anfiteatro conserva la forma elíptica de la antigua arena romana sobre la que se construyó. Rodeada de edificios de colores pastel que siguen perfectamente la curva original, sólo se puede acceder a la plaza a través de cuatro pasos bajo arco, como para proteger su ambiente tranquilo.
Sentarse a una mesa al aire libre, entre tiendas y cafés, es habitar un lugar que late con vida desde hace siglos: donde antes resonaban las voces de los espectadores hoy se escucha el ritmo tranquilo de la ciudad.
Lucca alberga una de las arquitecturas religiosas más extraordinarias de Toscana. El Duomo di San Martino, catedral con fachada románica asimétrica y finamente decorada, alberga obras de gran valor como el Santo Rostro, crucifijo de madera venerado durante siglos y centro de una leyenda medieval, y la tumba de Ilaria del Carretto, obra maestra esculpida por Jacopo della Quercia. No muy lejos, la Chiesa di San Michele in Foro se alza en el centro de la plaza del mismo nombre: su fachada, semejante a un bordado de mármol blanco, está dominada por la estatua del arcángel que parece revolotear. Por último, la Basilica di San Frediano, una de las más antiguas de la ciudad, sorprende por su gran mosaico dorado que ilumina la fachada y su solemne atmósfera de piedra, luz y silencio.
Estos lugares reflejan el alma más espiritual de Lucca, la que le valió el nombre de la ciudad de las cien iglesias: un patrimonio de fe, arte y belleza.
Las calles del centro esconden lugares que revelan la cara más culta y refinada de Lucca. El Museo Nazionale di Villa Guinigi, ubicado en una mansión del siglo XV, cuenta la historia de Lucca a través de objetos etruscos, esculturas medievales y pinturas renacentistas. No muy lejos, el Museo Nazionale di Palazzo Mansi permite a los visitantes sumergirse en la suntuosa atmósfera de una residencia del siglo XVII con mobiliario original, galerías con frescos y una valiosa colección de pinturas. Por último, Palacio Pfanner combina la elegancia de un jardín barroco con refinados interiores, ofreciendo una visión de la vida aristocrática entre los siglos XVIII y XIX.
No lejos de las calles más animadas, el Orto Botanico es un refugio verde entre las murallas y el centro histórico, donde se dan cita la naturaleza, la ciencia y la belleza.
Fundado en 1820 a instancias de María Luisa de Borbón, alberga árboles centenarios, plantas medicinales, un estanque con nenúfares y tortugas, invernaderos y un pequeño arboreto: una invitación a bajar el ritmo entre senderos silenciosos y perfumes olvidados. El corazón divulgativo del complejo es el Museo Botanico Cesare Bicchi, que alberga una extraordinaria colección de herbarios históricos, instrumentos científicos y láminas ilustrativas que relatan la evolución del pensamiento botánico y el empeño de generaciones de eruditos. Una visita que abre una mirada a la biodiversidad, pero también a la historia de una ciudad que siempre ha estado atenta al conocimiento y la protección de su patrimonio natural.
En pleno centro se alza la Torre delle Ore (Torre de las Horas), la más alta de Lucca, guardiana del tiempo y de la mirada a la ciudad. Sus 207 escalones de madera conducen a un campanario aún en funcionamiento, donde el antiguo mecanismo del reloj marca las horas como un corazón silencioso pero constante. Desde arriba, la vista se abre a las murallas, las torres cercanas y el armonioso diseño de los tejados: una perspectiva privilegiada para observar Lucca desde otro punto, donde pasado y presente se tocan. Subir hasta aquí significa atravesar siglos y detenerse, al menos por un momento, a escuchar el ritmo pausado de la ciudad.
Lucca es cuna de compositores que han dejado una huella indeleble en la historia de la música. El más famoso Giacomo Puccini, autor de La Bohème, Tosca y Madama Butterfly, por citar sólo algunas. Su casa natal, hoy convertida en museo, conserva partituras autógrafas, fotografías y el piano en el que compuso muchas de sus obras maestras.
Lucca también vio nacer a Alfredo Catalani, el refinado compositor conocido por La Wally, y a Luigi Boccherini, a quien está dedicado el conservatorio de la ciudad.
Aquí, la tradición musical está viva y se celebra con festivales, conciertos e iniciativas.
La cocina de Lucca nos habla del territorio con sabores intensos y antiguos. En las calles del centro, las trattorias sirven tordelli al ragù (pasta rellena) y zuppe rustiche (sopas campestres) que saben a hogar. Pero es el buccellato, pastel de anís y sultanas, el símbolo más popular: "Quien viene a Lucca y no come buccellato es como si nunca hubiera estado allí" reza un antiguo proverbio.
Junto a estos manjares, el puro toscano narra también una tradición artesanal, paciente y orgullosa, totalmente local. Un viaje gustativo a través de la historia, los aromas y la identidad.