Boboli es uno de los jardines italianos más importantes del mundo y, junto con los demás jardines y villas de los Medici en Toscana, está declarado Patrimonio de la Humanidad por UNESCO.
Esta grande isla verde en el corazón de Florencia, con sus aproximadamente 45.000 metros cuadrados, es mucho más que un jardín. Es un verdadero museo al aire libre, donde fuentes, grutas, avenidas y edificios se alternan con arboledas, estatuas y lagos, contando la historia de las tres dinastías reinantes que lo crearon y embellecieron: los Medici, los Lorena y los Saboya.
Todo comenzó en 1549, cuando Eleonora de Toledo, esposa de Cosimo I de Medici, compra de la familia Pitti su palacio y decidió ampliar y modernizar el jardín, encargando la obra al arquitecto Niccolò Tribolo.
A partir de entonces, Boboli se ampliará y enriquecerá continuamente, hasta llegar a nuestros días.
Boboli es también un lugar lleno de curiosidades y secretos, y aquí te desvelamos 5 de ellos.
La Gruta Grande (o Gruta de Buontalenti) es un pequeño tesoro y una obra maestra del manierismo, construida por Bernardo Buontalenti entre 1583 y 1593 por encargo de Francisco I de Medici.
La gruta está dividida en tres salas. En el primero se conservaron hasta 1924 los cuatro Prigioni, estatuas inacabadas de Michelangelo que posteriormente fueron sustituidas por copias (los originales se encuentran ahora en la Galería de la Academia).
La gruta es casi un recorrido iniciático y amoroso, y no es casualidad que fuera un lugar donde los enamorados se reunían lejos de miradas indiscretas.
De hecho, la segunda sala está decorada con la escultura de Teseo y Ariadna de Vincenzo de' Rossi, una clara alusión al encuentro entre los amantes, mientras que la tercera y última sala está decorada como una auténtica gruta, un nido de amor dominado por la fuente de Venus que emerge de la bañera, obra de Giambologna.
Las dos pequeñas cúpulas que se encuentran entre el anfiteatro y el prado de Pegaso son uno de los secretos más curiosos de Boboli: las antiguas heladeras. Estas grutas artificiales parcialmente enterradas mantenían un ambiente perpetuamente frío en su interior, gracias a la nieve que se transportaba desde Abetone y se metía bajo tierra. Al igual que los frigoríficos modernos, se utilizaban para conservar los alimentos en riesgo de deterioro y las bebidas.
Entre los numerosos símbolos que adornan el jardín, hay dos que se repiten y están vinculados a un personaje concreto: Cosimo I de Medici.
El primero es el capricornio, o la cabra, que se encuentra en casi todas partes: en la fachada de la Gruta Grande, en el interior de la Gruta Madama también conocida como la Gruta de las Cabras, realizadas también por Buontalenti, pero también en las columnas de la puerta de la grande Piscina de la Isla.
Capricornio era un símbolo de poder muy querido por Cosimo. Según la astrología, los grandes líderes nacieron o tuvieron muchos planetas en el signo de Capricornio, como Lorenzo el Magnífico mismo, nacido el 1° de enero.
La tortuga con la vela, acompañada de la frase "Festina lente" o bien, "apresúrate lentamente", era el lema que Cosimo había elegido para su gobierno, porque indicaba la prudencia que debe acompañar siempre a la acción para tener éxito. La tortuga está siempre presente en la fachada de la Gruta Grande, pero también en la Fuente de Bacchino, el enano de la corte Morgante, amigo de Cosimo, está representado como Baco montado en la tortuga.
En Boboli hay incluso un obelisco egipcio original. Procede de la ciudad de Asuán y fue tallado probablemente durante el reinado de Ramsés II, entre 1297 y 1213 a.C., lo que lo convierte en uno de los monumentos más antiguos que existen hoy en Toscana.
La obra, de más de seis metros y medio de altura, llegó a Roma en el Siglo I d.C. traída por Domiciano; en el Siglo XVI fue comprada por el Cardenal Ferdinando de Medici y colocada en los jardines de Villa Medici en Roma. Hubo que esperar hasta 1788 para que el Gran Duque Pietro Leopoldo de Lorena hiciera trasladar el obelisco a Florencia, donde, en 1840, encontró su emplazamiento actual, en Boboli, frente a la grande piscina de granito. Esta último también es una rareza: procede de las Termas de Nerón, en Roma, y es una de las piscinas más grandes que han llegado intactas desde la antigüedad.
Los Medici sentían una verdadera pasión por los cítricos, hasta el punto de que cultivaban y cruzaban distintas especies y fueron ellos quienes extendieron la moda por toda Toscana.
Hoy en día, muchos de estos antiguos cítricos se conservan en la Limonaia de Boboli, construida en 1778 por orden del Gran Duque Pietro Leopoldo.