Arte LGBTQ+ en el Museo de Bargello

Entre las extrañas obras maestras del museo se encuentra el famoso David de Donatello. Esta obra fue creada por el escultor florentino en el 1440 y representa a un joven David en pose femenina, descansando tras la matanza del gigante Goliat, decapitado entre sus piernas.

La obra es el primer desnudo masculino de cuerpo entero del Renacimiento y representa a un muchacho andrógino con un modo divertido y sensual. Si observamos la escultura por detrás, no podemos saber si es un hombre o una mujer, ¡sino que se nos aparece como una persona de género no binario!

David parece ser un himno a la cultura homosexual del Renacimiento florentino y, sin duda, el contexto en el que fue realizado influyó mucho en su acogida y fortuna artística. En aquellos años Florencia se consideraba la cuna del "vicio sodomítico", hasta el punto de que predicadores dominicos y franciscanos arremetían violentamente desde sus púlpitos contra aquello que se consideraba tanto un crimen como un pecado. Sin embargo, a pesar de los ataques, a numerosos maestros de taller florentinos les gustaba inspirarse en jóvenes apuestos y efebos a los que solían utilizar como modelos.

El propio Donatello, según algunas fuentes, era un amante de la belleza masculina hasta tal punto que elegía a sus ayudantes de taller por su aspecto físico, más que por su destreza, y para asegurarse de que nadie se los arrebatara, les pintaba llagas y forúnculos falsos en el cuerpo.

Michelangelo es uno de los escultores del Renacimiento que mejor refleja el concepto de identidad de género, hasta el punto de cuestionarlo. Sus mujeres viriles y sus hombres andróginos parecen oscilar entre los dos géneros, creando figuras a medio camino entre el hombre y la mujer.

El Baco Ebrio es la síntesis perfecta de esta estética. Realizada entre los años 1496-97 y considerada una de las esculturas más significativas del artista florentino, la obra fue encargada por el Cardenal Raffaele Riario quien, al no apreciarla, la cedió al banquero romano Jacopo Galli.

Michelangelo representa al dios de la ebriedad y la naturaleza salvaje en precario equilibrio, como si estuviera a punto de caer en cualquier momento, mientras maneja un cáliz de ambrosía y un fauno juguetón come uvas apoyado en su pierna. Michelangelo dona al dios el aspecto de un adolescente imberbe y delicado, con miembros afilados y un cuerpo de musculatura apenas pronunciada. Su naturaleza híbrida parece aumentada por su posición tambaleante e inestable, que sugiere un género igualmente inestable. 

El mismo Michelangelo, como escribe en las Rimas, se siente atormentado y "suspendido" entre dos fuerzas opuestas: la atracción hacia su mismo sexo y la conciencia del tormento que genera tal deseo. Ya hablamos del amor atormentado de Michelangelo en nuestro artículo sobre los amores imposibles.