La Galería Palatina y los Apartamentos Reales e Imperiales se encuentran en la planta noble del Palacio Pitti y están entre los lugares que no debes perderte si deseas tener una visión completa de las obras de arte de Florencia.
El interior del palacio se caracteriza por los estucos, la suntuosidad y la opulencia típicos del periodo barroco. Además, entre finales del Siglo XVIII y la primera década del Siglo XIX, los Lorena adornaron estos espacios con pinturas, esculturas y muebles de las colecciones de los Medici.
Si bien las salas de la Galería albergan obras de artistas de renombre como Rafaello, Artemisia Gentileschi o Caravaggio, por citar algunos, en este artículo queremos proponerte temas y autores que te permitirán visitar la Galería desde otra perspectiva.
Empezando por las diversas representaciones del mito del Rapto de Ganímedes (en los Baños de Napoleón y en la Sala de la Ilíada), he aquí algunas obras a las que deberás prestar atención mientras visitas la Galería Palatina.
Una de las primeras obras que encontrarás es la de Rubens. El cuadro se encuentra en la Galería Poccetti y representa a Jorge Villiers, Duque de Buckingham. Era un hombre muy apuesto y elegante y su figura está estrechamente relacionada con aquella del Rey Jaime I de Inglaterra, del que fue uno de los amantes.
Jaime I, que permaneció en el trono desde el 1603 hasta el 1625, se hizo famoso por los estrechos vínculos que solía establecer con sus "favoritos". A pesar de que durante su reinado se pronunció enérgicamente contra la sodomía, estas relaciones llevaron a varios estudiosos a especular sobre su homosexualidad o bisexualidad.
El encuentro entre el Rey Jaime I y Jorge Villiers tuvo lugar en el 1614. Un año más tarde, Villiers fue nombrado Caballero y sólo unos años después, en el 1618, fue nombrado Duque de Buckingham.
Pero no sólo las hipótesis de los estudiosos confirman su relación, sino también las numerosas cartas de carácter muy íntimo que han llegado hasta nosotros y que pueden consultarse en diversas colecciones dedicadas al tema. Recientemente, tras la restauración del Palacio de Apethorpe, la residencia real favorita de Jaime I, se encontró un pasadizo secreto que comunicaba el dormitorio del rey con aquel de Villiers.
¿El rostro representado en el cuadro se parece a alguien que conoces? Te revelamos otra curiosidad: Jorge Villiers fue el personaje histórico en el que se inspiró Alejandro Dumas para su famosa obra Los tres mosqueteros.
Dejemos las intrigas de la corte inglesa y dediquémonos a una historia mucho más tradicional y tan antigua como el amanecer de los tiempos. También en la Galería Poccetti encontrarás un cuadro de Francesco Furini, cuyo arte es reconocible por sus suaves y lánguidas pinceladas.
El cuadro Ila y las Ninfas lo demuestra y el mito que inspiró el cuadro merece ser contado.
Ila es un personaje de la mitología griega. Fue compañero de Heracles en sus hazañas y acompañó al semidiós como escudero. Sorprendentemente, Ila era un hombre de una belleza única, y Heracles (conocido como Hércules en la mitología romana) se enamoró profundamente de él.
Cuando los dos partieron en busca del Vellocino de Oro junto con Jasón, Ila se alejó en busca de una fuente de agua durante una parada.
Una vez que llegó al manantial, las ninfas que lo habitaban se enamoraron inmediatamente de él. Así, en cuanto se agachó a beber, Ila fue secuestrado por las ninfas y, a pesar de la desesperada búsqueda de Heracles, nunca más se supo de él.
El cuadro de Francesco Furini representa justo el momento del rapto: un bello entramado de cuerpos desnudos que contrasta con el rojo pasión del vestido de Ila.
También de Francesco Furini es la obra Alegorías de la Pintura y la Poesia, que puedes admirar en la Sala de Berenice. La pintura y la poesía están representadas en el cuadro como dos mujeres jóvenes que se abrazan y quizás se besan , interrumpidas por la llegada del espectador.
La pintura sostiene pinceles y una paleta, mientras que la poesía sostiene un estilete para escribir y el tintero situado en su derecha sostiene un pergamino con las palabras CONCORDI LUMINE MAIOR.
Ya en su momento, esta obra, encargada por la Academia del Diseño de Florencia, tuvo tanto éxito que Galileo Galilei pidió a Furini una segunda versión.
Si antes hemos hablado del rey de Inglaterra y de su amante Jorge Villiers, ahora es el momento de trasladarnos a Francia para hablar de Enrique III de Valois. Para ello, basta con ir a la Sala de Educación de Júpiter.
Aquí encontramos una obra de François Clouet que representa al rey de Francia que reinó desde el 1574 hasta el 1589 y que se hizo famoso por su gran pasión: los mignons.
Mignons era el nombre con el cual se conocían a los favoritos de la corte y con los que el rey, se dice, mantenía una intensa relación. No sabemos a ciencia cierta si Enrique III tuvo realmente aventuras amorosas con otros hombres, pero es interesante hablar de ello para entender cómo algunas de las dinámicas de las que se sigue hablando hoy no son nuevas, sino que vienen de muy lejos.
Mientras que algunos estudiosos creen que los rumores sobre el rey de Francia son ciertos, otros afirman que esos mismos fueron difundidos por delatores políticos para desacreditarlo, simplemente porque no le gustaba la guerra ni la caza y, por tanto, era afeminado.
Todas estas son características que actualmente entrarían dentro de lo que en psicología se llama masculinidad tóxica, es decir, un conjunto de estereotipos que definen al hombre como un ser dominante en la sociedad.
Tras el breve paréntesis en el Reino de Francia, llegó el momento de volver a Inglaterra con el cuadro de John Churchill, Duque de Marlborough, del pintor holandés Adriaen van der Werff, expuesto en el Salón de Marte.
Sin embargo, por una vez no estamos hablando del tema de la obra, sino de la esposa de John, Sarah Churchill, Duquesa de Marlborough, cuya influencia sobre la Reina Ana le valió la carrera a su marido.
Sarah Churchill y la Reina Ana mantuvieron una larga amistad. Se conocieron de jóvenes en el 1675 y su amistad se profundizó en la edad adulta, llegando a convertirse en una verdadera relación durante el reinado de Ana. A partir de entonces, el ascenso de John Churchill fue rápido y rodeado por una rápida sucesión de premios, entre ellos el ducado y el cargo de General del Ejército. Su destino como general le mantuvo ocupado durante gran parte de la Guerra de Secesión española y esto le permitió a Sarah permanecer en Inglaterra en compañía de la Reina Ana.
Sin embargo, Sara tenía poco acceso a la corte, hecho que nos ha permitido heredar una serie de cartas entre las dos mujeres, gracias a las cuales podemos conocer muchos detalles sobre su relación y cómo Sarah pudo influir en las decisiones políticas de la reina. Las relaciones entre las dos mujeres se fueron enfriando poco a poco, hasta que una prima de Sarah Churchill, Abigail Hill, ocupó su lugar como favorita de Anna.
Los celos hacia la relación entre la reina Ana y Abigail Hill fueron tan fuertes que llevaron a Sarah a hacer pública la relación lésbica entre las dos mujeres, lo que provocó que los Churchill se alejaran definitivamente. A partir de ese momento, los cargos en la Corte fueron otorgados a Abigail Hill en lugar de a los hijos de Sarah, a diferencia de lo establecido en el pasado.
¿Y qué pasó en el Gran Ducado de Toscana? Para conocer un poco las personalidades que animaron Toscana, hay que ir a la Sala Verde de los Apartamentos Reales y admirar el cuadro de Giovanni Andrea Ansaldo, titulado Alegoría de la Coronación de Fernando II de Medici.
Ferdinando II fue el quinto Gran Duque de Toscana y abuelo del último Gran Duque de la dinastía de los Medici, Gian Gastone. Casado con Vittoria della Rovere, con la que tuvo cuatro hijos, se hizo conocido por sus relaciones amorosas. Según algunos escritos, fue su propia esposa quien sorprendió a su marido en efusiones amorosas con un joven de origen romano, un tal Bruto de Molara.
Vittoria della Rovere, pensando en solucionar el problema, pidió una misa de condena de la homosexualidad en la Iglesia San Lorenzo, frecuentada por Fernando II. Sin embargo, el sermón no tuvo más efecto que el exilio inmediato del sacerdote que pronunció la homilía, dejando a los dos libres para vivir su sexualidad.
Otro retrato de Fernando II se encuentra en el Salón Celeste, pero es obra del pintor flamenco Justus Sustermans.