Durante siglos, la Vía Francígena fue un importante camino de comunicación, transitada por comerciantes, pero también por los numerosos fieles que viajaban a Roma y que siguen haciéndolo, impulsados por una fuerte devoción.
No era raro que, durante el trayecto, los peregrinos también rindieran homenaje a las reliquias que encontraban en el camino: aún hoy, las iglesias de esta antigua vía conservan objetos sagrados, importantes testimonios de una tradición religiosa y cultural.
Las ciudades que se encuentran en las etapas de la Vía Francígena albergan reliquias de gran valor histórico. Un ejemplo es el Santo Rostro, la estatua de madera más antigua de todo Occidente: de gran interés tanto artístico como religioso, este crucifijo se encuentra en el interior de la Catedral de San Martino de Lucca, encerrado en un templo del Siglo XV. Su creación se data oficialmente entre finales del Siglo VII y principios del Siglo VIII; la tradición lo atribuye a Nicodemo, un discípulo de Jesús que esculpió toda la estatua excepto la cabeza. Esta última parte se completó milagrosamente de la noche a la mañana, representando el verdadero rostro de Cristo.
El Santo Rostro se adorna con preciosas joyas con motivo de la fiesta anual que lo celebra. Estos notables trabajos de orfebrería pueden admirarse en el Museo de la Catedral.
En Siena es posible visitar numerosas iglesias en las cuales se venera desde hace siglos el recuerdo y los restos de grandes personalidades. Es precisamente en la ciudad gótica donde se encuentra el brazo derecho de San Juan Bautista, el mismo del que Jesús recibió su bautismo: la reliquia fue donada a la ciudad por el Papa Pío II Piccolomini en el Siglo XIV, y la capilla que aún la conserva fue construida en la misma época. El brazo se conserva en la Catedral de Siena, rodeado de obras de gran valor artístico que llevan la firma de Donatello y Pinturicchio.
En la Basílica de San Domenico, los restos de Santa Caterina, patrona de Italia y de Europa, han encontrado un lugar seguro: la cabeza y el dedo de la santa se exponen aquí, siempre rodeados de visitantes devotos que le rinden homenaje. En cambio, sus objetos personales se encuentran en el santuario, la antigua casa de Caterina Benincasa quien sucesivamente fue santificada.
Además, es posible acudir a la Basílica de San Francesco, donde se conservan las Sagradas Partículas, hostias milagrosas inmunes al paso del tiempo.
También los pueblos y las pequeñas ciudades custodian centenares de preciosos objetos sagrados. La Catedral de Sarzana (en Liguria) exhibe la reliquia del Preciosísimo Sangre, que la tradición reconoce como la sangre de Jesús, recogida en el Monte Calvario. Según la misma creencia, la sangre llegó a las costas de Lunigiana junto con el Santo Rostro; el crucifijo fue trasladado inmediatamente a Lucca, mientras que la ampolla con el líquido permaneció en Luni durante un tiempo, convirtiéndose en objeto de culto y de peregrinación, antes de ser trasladada a Sarzana.
En Pietrasanta, la Catedral de San Martino custodia las reliquias del santo sanador San Biagio, colocadas dentro de un busto del Siglo XVIII, mientras que la Catedral de Colle Val d'Elsa conserva el Clavo Sacro que, supuestamente, atravesó el pie izquierdo de Jesús. El clavo mide unos 22 cm y lleva grabado INRI en la punta doblada. Es costumbre creer que el clavo fue recogido con los demás por Santa Elena, madre del Emperador Constantino, y que llegó a Italia a través de ella, mientras que su pertenencia al pueblo de Valdelsa se debe al legado de un obispo francés.
Entre los bosques que cubren la Montaña Amiata y a poca distancia de la cima, la Abadía de San Salvatore en Abbadia San Salvatore ha sido durante mucho tiempo un destino de peregrinación: durante casi un milenio, la iglesia albergó el Codex Amiatinus, la copia manuscrita en latín más antigua de la Biblia, una réplica de la cual permanece hoy en el museo de la abadía. En cambio, en el edificio religioso aún se encuentra el Cofre escocés-irlandés, un pequeño relicario único en su género: la forma y la construcción de madera cincelada recuerdan el estilo de los relicarios encontrados en Escocia e Irlanda, pero el borde metálico es inusual; en su interior hay huesos, posiblemente pertenecientes a un abad irlandés activo en Italia en el Siglo VII. Por último, en la Abadía de San Salvatore se expone un crucifijo de madera, probablemente tallado por un peregrino durante su viaje por la Vía Francígena.