Largas y ordenadas hileras de vides dibujan el contorno del Chianti, un antiguo territorio custodiado entre las colinas que separan Siena y Florencia, donde maduran algunos de los vinos más reconocidos del mundo. Entre ellos destaca el Chianti Classico, representado por la conocida marca Gallo Nero. La historia de este símbolo es curiosa, y se ha convertido en una leyenda arraigada en un pasado sangriento.
Hubo un tiempo en el que los paisajes del Chianti fueron escenario de largas y sangrientas batallas, que vieron enfrentarse a las tropas de Siena y Florencia en una sucesión de violentos enfrentamientos por el dominio territorial. En un intento de poner fin a la interminable disputa, las ciudades rivales decidieron tomar una singular vía diplomática. Se estableció que dos caballeros, en representación de las dos facciones, partirían de sus respectivas ciudades al canto del gallo, para marcar los límites territoriales en el lugar exacto donde se hubieran encontrado. Las estrategias adoptadas eran diametralmente opuestas: Siena eligió un gallo blanco, al cual llenó la barriga la noche anterior al desafío para que tuviera mucha energía por la mañana; en cambio, Florencia eligió un gallo negro, que dejó en ayunas durante mucho tiempo.
Entonces sucedió que, en el día señalado, el gallo florentino, nervioso por el hambre, comenzó a cantar mucho antes del amanecer, y el caballero del lirio se puso en marcha mucho antes que su rival sienés. Ambos se encontraron a sólo 12 millas de la ciudad de Siena (en Fonterutoli, cerca de Castellina in Chianti), donde se estipuló la paz y se definieron definitivamente las fronteras de sus respectivos dominios.
Aunque aquella del Gallo Nero es sólo una leyenda, numerosos testimonios históricos vinculan a este animal con el territorio del Chianti desde el Siglo XIV. De hecho, se sabe con certeza que el Gallo Nero era el símbolo de la Lega del Chianti, una de las numerosas alianzas político-militares establecidas por Florencia para garantizarse un mayor control capilar sobre el territorio, y que reunía a los pueblos de Castellina in Chianti, Radda in Chianti y Gaiole in Chianti.
Sin embargo, lo que selló el papel identitario del Gallo Nero fue la Alegoría del Chianti, un fresco del Siglo XVI de Giorgio Vasari pintado en el techo del Salón de Cinquecento, la maravillosa sala del Palacio Vecchio de Florencia.
Tuvieron que pasar algunos siglos más para que el Gallo Nero se asociara a la producción vinícola, convirtiéndose en el emblema del Chianti Classico. Un primer punto de inflexión muy importante se produjo a principios del Siglo XVIII, y en concreto en el año 1716, cuando un decreto de Cosimo III de Medici definió con precisión el área geográfica de producción del vino Chianti. Sin embargo, no fue hasta el 1924 cuando se eligió el Gallo Nero como símbolo de la excelencia de este vino, al ser tomado como marca por el recién creado Consorcio del Vino Chianti Classico, un organismo de protección y valorización que desde entonces pretende proteger su producción.
Unos años más tarde, un nuevo decreto definió con mayor precisión la zona de producción del Chianti Classico, que ha permanecido inalterada desde entonces.
Entre la historia y la leyenda, lo cierto es que el vino Chianti y su Gallo Nero han tenido un ascenso constante desde los albores de su historia, llegando a representar la identidad de un territorio en el cual vastos viñedos y fascinantes extensiones de hileras anuncian cada año la llegada de una nueva cosecha de gusto. En medio de estos panoramas, donde las uvas maduran al sol y la campiña se extiende, pasa plácidamente la Vía Romea Sanese, testimonio secular de las antiguas vías que, sin duda, unían las ciudades de Siena y Florencia.