El invierno es una estación fascinante: la naturaleza, que ha ralentizado sus ritmos vitales, está siempre ahí, dispuesta a recibirnos con paisajes únicos. Podemos decir que el invierno es la estación del silencio que regenera, del descanso que fortalece y restaura de las fatigas.
Si necesitas tomarte una pausa y desacelerar tu ritmo, Casentino es el destino ideal para ti. La belleza de este valle, que ha permanecido intacto a lo largo del tiempo, ha sido siempre objeto de peregrinaciones, y desde hace siglos ha sugestionado a santos, escritores y artistas que lo han elegido como lugar de meditación.
El Valle de Casentino, con su Parque Nacional, cuyos picos más altos superan los 1.600 m, y sus mesetas nevadas ofrecen a los apasionados de la montaña la oportunidad de practicar numerosas actividades. El esquí, el esquí de fondo, el snowboard y las excursiones con las raquetas de nieve son la mejor manera de conectar lentamente con la naturaleza mientras se beneficia de su poderoso efecto regenerador.
Para los más exigentes, existe la posibilidad de organizar salidas específicas con objetivos prefijados. ¿Alguna vez te has preguntado cómo puede ser alojarse en un refugio de montaña o cómo se organiza una excursión mientras esperas el amanecer o el atardecer en la montaña en pleno invierno? No improvises, confía en los profesionales competentes que pueden planificar la experiencia para que sea segura y conforme a las normas.
El descenso al valle, las visitas a los centros históricos, los castillos de fábula, las parroquias, los museos y los Ecomuseos, y el descubrimiento de la gastronomía con su riquísima oferta, harán de tu permanencia en Casentino una experiencia inolvidable.
Enero es el momento de celebrar las tradiciones del paso al nuevo año en Casentino. Estos rituales adoptan las formas más variadas, en las que se repiten elementos constantes. Te contamos una que nos lleva al pequeño pueblo de Chitignano.
Chiù-chiù quién no nos lo da cada año, no nos lo da más es la "traducción" de lo que en el dialecto chitignano podría parecer una fórmula mágica y que generaciones de niños siguen pronunciando el 5 de enero, víspera de la fiesta de la Befana. Un "ábrete sésamo" que es una llave, capaz de abrir cualquier puerta del pueblo en este día tan especial, un pase para ser bienvenido y conseguir sonrisas pero sobre todo muchos caramelos.
El origen del chiù-chiù se pierde en la noche de los tiempos, e incluso los ancianos nacidos en los años veinte o treinta hablaban de él como de una tradición consolidada, que sin duda entonces, más que ahora, representaba a todos los efectos el acontecimiento más esperado por los niños.
Antiguamente, los regalos más codiciados eran naranjas y mandarinas, nueces, avellanas y almendras, algo de dinero o galletas para los más afortunados. ¿Tradición local o importada? pero lo más importante, ¿por qué chiù-chiù? No hay documentación al respecto y la memoria oral es demasiado reciente, lo que podemos hacer es divertirnos haciendo conjeturas a partir de datos históricos.
Pudo ser importado, dadas las rutas comerciales que conectaban Chitignano con los mares Tirreno y Adriático y aseguraban numerosos intercambios con otras comunidades; o bien, pudo ser local, haciéndose eco de la mendiguez relacionada a la figura de los franciscanos romitas en la que siempre ha sido fuerte la devoción de los habitantes de Chitignano.
Sobre la palabra chiù-chiù, es interesante volver a la imagen de tantos niños emitiendo esta especie de llamada, saltando aquí y allá de casa en casa; el grito de tantos pajarillos revoloteando por las calles en el frío invierno y siendo acogidos allí donde hay una chimenea humeante.
Años después, los valores como la solidaridad y el sentido de comunidad no han perdido su importancia; si hay un recuerdo verdaderamente precioso que merece la pena revivir, es el sentimiento de calidez que envuelve y calienta el corazón de un niño cuando es acogido por otro con amor.