Aparece como una isla, silueteada contra el mar de la ValdichianaSenese y el Val d'Orcia, y esto era el Monte Cetona, hace unos tres millones de años: una tierra separada de los Apeninos, emergiendo del mar debido a la colisión de las placas europea y africana. Basta con ir a la Accademia dei Fisioscritici de Siena o en el Museo Cappellini de Bolonia, para encontrar restos de peces selácteos, mamíferos cetáceos y sirénidos de aquí.
Hoy en día, el Monte Cetona (1148 metros sobre el nivel del mar), y la cercana loma de Pietraporciana (847 metros sobre el nivel del mar), permiten extraordinarias observaciones florísticas: es un triunfo de la biodiversidad. Se puede observar en los árboles de gran estatura el cada vez más raro muérdago amarillo, se asiste entre la primavera y el verano a la floración de nieves, azafrán alpino, centaurea ruprestis, aciano, orquídea, lirio (incluyendo la rara variante martagón o rizo de dama) y muchas otras esencias, para un fantástico colchón. Los árboles están dominados por enormes hayedos al final de la montaña, luego carpes, arces y acacias.
Pietraporciana alberga un inusual hayedode baja altura, que sobrevivió a la regresión de los glaciares hace unos 10.000 años. Donde el bosque es más ralo, aparecen robles pavos, carpes, saúcos, árboles de servicio silvestres, cornejos y avellanos. El clima particular del sotobosque hace que aparezcan la primula, la anémona blanca y hepática, el sello de Salomón, la dentaria y la asperula de las hayas. Pero la planta más significativa es la belladona, de la que se extrae la atropina, utilizada en oftalmología. Hubo una explosión de orquídeas y otras plantas, sobre todo aromáticas. Por último, la presencia de escarabajos, incluida la variante muy rara en estas latitudes de Rosalia alpina.
Dejemos a un lado el muestreo de anfibios, reptiles y mamíferos alojándonos en las laderas de la montaña, en la zona de Belverde (540 m), caracterizada por túneles, refugios, barrancos, en un acantilado donde encontraron cobijo los hombres primitivos. Inevitablemente, se encuentran allí otras especies vegetales raras.
El Museo cívico de Prehistoria del Monte Cetona (en el centro histórico de la ciudad del mismo nombre) documenta las distintas fases del poblamiento humano, entre el Paleolítico y la Edad de Bronce. Una extensión del museo es el Parque Arqueológico Natural de Belverde, donde se pueden visitar las sugerentes cuevas, a las que se ha añadido un Arqueódromo, no lejos de la zona arqueológica: se trata de la reconstrucción de un poblado de la Edad de Bronce, con cabañas a tamaño natural, zonas para actividades artesanales y una vivienda rupestre del Paleolítico Medio. La Cetona, con sus preciosos apéndices, es una especie de oasis, en el que los elementos histórico-arqueológicos y naturalistas están estrechamente vinculados.