Durante largos siglos, la Vía Lauretana Toscana fue camino de mercaderes y peregrinos, así como de artistas. Recorrida desde la época de los Etruscos, este antiguo recorrido une las ciudades de Siena y Cortona; a lo largo de los 114 km de su itinerario, uno se adentra en un mundo donde el arte es protagonista de múltiples formas, cada una de ellas testimonio de la evolución de los pueblos. Aquí es posible revivir épocas pasadas gracias a las numerosas obras de arte que se encuentran a lo largo del recorrido; son piezas de arte que relatan la fascinación de la civilización etrusca y el esplendor de la Edad Media, hasta llegar a nuestros días en forma de instalaciones in-situ.
A lo largo de todo el itinerario de la Vía Lauretana es posible visitar museos que conservan testimonios del pueblo etrusco, cuya avanzada civilización parece desafiar la antigüedad de su existencia. Ejemplos de ello son las exposiciones de Santa Maria della Scala en Siena, así como aquellas que se encuentran en Asciano. Aquí, una parte del Museo Cívico Arqueológico y de Arte Sacro del Palacio Corboli está dedicada a la historia más antigua del lugar: entre las piezas más importantes se encuentran reliquias funerarias, un rico atuendo funerario de tono principesco y una escultura de piedra hallada en un túmulo de la zona.
Para admirar algunas de las obras maestras más importantes de la civilización etrusca, es imprescindible visitar el MAEC - Museo de la Academia Etrusca y de la Ciudad de Cortona. Las piezas, expuestas en las salas del antiguo Palacio Casali, son uno de los principales testimonios de la grandeza de este pueblo. Entre todos ellos destaca la Tabula Cortonensis: se trata de uno de los epígrafes etruscos más largos encontrados hasta ahora, y uno de los primeros del mundo; también es de gran encanto e importancia la lámpara de techo, un admirable ejemplo de trabajo en bronce que data del Siglo V a.C. Además de estas maravillas, el museo expone numerosos objetos de orfebrería -en la que solían destacar los etruscos-, a menudo asociados al culto de los muertos.
Pocas ciudades conservan el patrimonio de los siglos medievales como Siena. Su centro histórico, Patrimonio de la Humanidad, es una sucesión de fascinantes edificios de estilo gótico, que albergan algunas famosas obras maestras del arte. En el corazón de la ciudad, dentro del Palacio Municipal, las salas del Museo Cívico ofrecen al espectador magníficos frescos: un ejemplo es la Alegoría del Buen y Mal Gobierno , de Ambrogio Lorenzetti, así como La Majestad y el Guidoriccio da Fogliano, ambos creados por la habilidad de Simone Martini.
Guardiana de grandes maravillas es también Santa Maria della Scala, el antiguo y poderoso hospital que fue durante mucho tiempo punto de referencia para los peregrinos que pasaban por la ciudad en su camino por la Vía Lauretana y la Vía Francígena. Entre las salas que más encantan a los visitantes se encuentra la Sala del Peregrino, enteramente pintada al fresco por la maestría de numerosos artistas, entre ellos Domenico di Bartolo, pero en todo el edificio es posible detenerse a contemplar las obras de grandes nombres como Domenico Beccafumi e Il Vecchietta.
El impresionante suelo de la Catedral, la Biblioteca Piccolomini y las esculturas del Baptisterio de San Giovanni son algunas de las numerosas maravillas custodiadas en el corazón de Siena.
La belleza que dejó la Edad Media se encuentra también en el museo del Palacio Corboli de Asciano, que, además de transmitir la memoria etrusca, conserva notables obras de arte sacro: entre las piezas expuestas se encuentran obras del Maestro dell'Osservanza, Ambrogio Lorenzetti, Lippo Memmi y Francesco di Valdambrino.
El arte contemporáneo también encuentra su lugar en el vasto panorama de obras a lo largo de la Vía Lauretana. Inmersa en el paisaje de Crete Senesi, rodeada de colinas y caminos blancos, se alza Site Transitoire, la escultura in-situ de Jean-Paul Philippe diseñada para relacionar al hombre con el paisaje circundante.
La obra, que representa una vivienda, consta de una ventana, una silla y una cama, para que las personas puedan admirar el paisaje desde distintos ángulos (de pie, sentadas o en posición supina), mientras que el techo es el cielo de Crete. El Site Transitoire encuentra su máxima expresión durante el solsticio de verano, cuando el sol poniente atraviesa la hendidura de la ventana de piedra, inundando la obra y el paisaje con una luz que encanta la mirada del viajero.