Un paisaje de postal, inmortalizado en muchas de esas fotos que parecen inanimadas, construido específicamente para ser filmado y multiplicado casi infinitamente, para representar una idea mítica de belleza bucólica. Y en cambio el Val d'Orcia es vida, trabajo, belleza hecha de historia y actualidad.
Pienza y Montalcino son sus centros más famosos que, en cuanto a los productos cotidianos, se refieren inmediatamente primero al queso de oveja y luego al vino haciéndonos olvidar por un momento la arquitectura, las iglesias, las plazas y las fortificaciones de ambos. Las imágenes y la memoria rebotan así del ciprés, el árbol más característico de la zona, a los productos típicos, como los embutidos de Cinta Senese, sin olvidarnos de los viñedos, numerosos, bien cuidados, tan ordenados a lo largo de las laderas y tan excepcionales que dan vinos que tienen en la cepa Sangiovese el rasgo común.
En el territorio Municipal de Montalcino, el sangiovese se convierte en Brunello, uno de esos vinos de categoría superior cuyas vicisitudes son casi leyendas, pero en realidad se basan en realidades modernas y concretas que, para producir vinos de alta calidad, se confrontan cada día con al mercado y los consumidores.
Es un vino de gran longevidad; en efecto no es raro encontrar en comercio botellas envejecidas por períodos que van de 10 a 30 años y más aún. Desde hace mucho tiempo ha superado el concepto de maridaje adquiriendo un estatus internacional que lo hace apto para acompañar platos de todas las cocinas, gracias a un estilo fino y elegante. En los otros municipios del valle (Buonconvento, Castiglione d'Orcia, Pienza, Radicofani, San Quirico d'Orcia, Trequanda) y en partes de municipios cercanos (Abbadia San Salvatore, Chianciano Terme, San Casciano dei Bagni, Sarteano, Torrita di Siena), las uvas de sangiovese son las protagonistas indiscutibles de una DOC bastante joven, fundado en el 2000, el Orcia, llamado a consagrar, de este modo, el vínculo indisoluble con el territorio.
Por sí solas o en combinación con otras variedades como canaiolo nero, colorino, ciliegiolo, foglia tonda, pugnitello y malvasia nera, dan vida a vinos que hacen de la linealidad y la inmediatez el rasgo estilístico distinguido, excelente para acompañar los quesos y embutidos antes mencionados y los platos más característicos de la zona. Como el pansanto, una rebanada sazonada con coliflor hervida, vinagre y aceite que se puede servir como aperitivo del famosísimo pici, aquí condimentado principalmente con salsa de carne o migas de pan duro salteadas en una sartén, o en una sabrosa sopa de pan, un plato simple que usaba las sobras de pan remojadas y calentadas en un caldo de alubias y verduras de la huerta, un plato símbolo de muchas otras cocinas campesinas toscanas, que en otros lugares se llama ribollita.
Las carnes asadas de caza y cría, de diversa naturaleza y de diferentes tamaños, mezcladas para formar el mítico asado mixto, se acompañan con ciaccia, pan delgado condimentado con aceite, del cual se encuentra también una versión dulce de temporada para las fiestas de principios de noviembre: "ciaccia delos muertos", hecha con harina, manteca de cerdo, pasas y nueces. En cambio, en Carnaval es el momento de los crogetti, una masa de harina, huevos, mantequilla, azúcar, levadura, vainilla, grappa y una pizca de sal, cortada en tiras y frita en aceite hirviendo. Más o menos los mismos ingredientes lejos de aquí son la base de los cenci (masa en hoja dulce) o frappe (masa de hoja crocante y dulce) o chiacchiere o bugie como se desea llamarlos: muchos nombres diferentes para el mismo goloso y divertido manjar.