En sus 380 km en Toscana, la Vía Francígena ofrece el esplendor de paisajes naturales incontaminados, campos cultivados, pueblos históricos y ciudades con un encanto intemporal.
Además, a lo largo del itinerario se encuentran cuatro lugares declarados Patrimonio de la Humanidad por UNESCO por su incalculable valor histórico y artístico.
El Palacio de los Medici de Seravezza es el primer lugar de Unesco que se encuentra al recorrer la Vía Francígena en dirección a Roma. Elegante en su sobriedad, la villa está situada en un pequeño valle y rodeada de una gran extensión de césped, con el contrapunto de los picos de los Alpes Apuanos que se alzan en el fondo.
Fue construido en la segunda mitad del Siglo XVI a instancias de Cosimo I de Medici, y la sencillez de la fachada atestigua su función primordial: más que una verdadera casa señorial, el palacio de Seravezza estaba destinado a ser un puesto militar defensivo, para ser utilizado también como lugar de vacaciones y residencia temporal durante las visitas a las posesiones locales, como las canteras de mármol. La elegancia típica de las villas de los Medici da paso a una estructura fortificada, baluarte del poder de los Medici en Versilia.
La residencia fue declarada Patrimonio de la Humanidad en el 2013, y también forma parte del sitio "Villas y Jardines de los Medici en Toscana". Todo el conjunto arquitectónico incluye el palacio, las caballerizas, la capilla y el jardín, y se ha transformado en un centro cultural que acoge numerosos eventos cada año, como exposiciones de arte moderno y contemporáneo, muestras de fotografía, revisiones teatrales y talleres infantiles. La villa es también la sede del Museo del Trabajo y de las Tradiciones Populares de Versilia Histórica.
A lo largo del camino, también se encuentran ciudades de inmenso valor histórico y artístico, que han entrado de pleno derecho entre los lugares del Patrimonio de la Humanidad.
En el corazón de Toscana, San Gimignano representa uno de los ejemplos más brillantes de pueblo medieval, con sus torres que se elevan hacia el cielo desde el Siglo XIII, y sus pequeñas plazas cerradas por edificios fortificados. Cada detalle del centro histórico parece que hablara del maravilloso pasado de San Gimignano y mantuviera vivo el recuerdo de una época en la que los mercaderes comerciaban con especias, Dante Alighieri visitaba la ciudad y Lippo Memmi pintaba su espléndida Majestad.
La "Manhattan de la Edad Media" es un lugar de Unesco desde el 1990, declarado así precisamente por la belleza que conserva y su importancia secular.
A poca distancia de San Gimignano, las murallas de Siena protegen el corazón palpitante de un lugar emblemático, un arquetipo perfectamente conservado de ciudad medieval proyectada para fundirse con el paisaje circundante. Una vez atravesadas las puertas fortificadas, la ciudad gótica se revela en todo su esplendor de casas-torre, palacios, ventanas ojivales, arcos y callejones envueltos en la penumbra.
El genio sienés ha creado algo único que ha permanecido como legado al mundo: en las salas del Palacio Municipal encontramos obras maestras de Simone Martini y Ambrogio Lorenzetti; en la espléndida Catedral podemos apreciar -entre las numerosas maravillas- el famoso suelo de mármol diseñado por los maestros del Renacimiento.
Desde el subsuelo hasta el cielo, Siena no deja de sorprendernos: la red de agua (llamada los "bottini" - "cañerías") constituye una obra excepcional, que aún se utiliza, e incluso los tejados, que se superponen unos sobre otros en una intrincada maraña, representan una de las bellezas de esta ciudad.
Precisamente por sus características arquitectónicas, el gran florecimiento cultural que lo caracterizó y su excelente estado de conservación, el centro histórico de Siena fue declarado Patrimonio de la Humanidad por UNESCO en el 1995.
Siguiendo la Vía Francígena, se llega a las extensiones meridionales de Toscana, donde se extiende Val d'Orcia: se puede admirar panoramas de una belleza inmóvil y envolvente. En el cambio de siglo, justo antes del Renacimiento, la mano del hombre rediseñó las formas del paisaje, para que se ajustaran a los ideales (tanto políticos como estéticos) del buen gobierno, dando lugar a lo que se ha denominado "paisaje cultural".
Val d'Orcia, a menudo es asociado a largas avenidas de cipreses, es un territorio polifacético, que alterna colinas arcillosas y relieves verdes, para revelar su lado más áspero al llegar a los límites de la región, donde prosperan los bosques y se abren profundos barrancos en el terreno. Acompañan al viaje las fortalezas y los pueblos fortificados que se elevan en las colinas, así como las románticas carreteras rurales que conducen a caseríos aislados.
Desde el 2004, Val d’Orcia ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad.