La llegada de los primeros fríos del otoño trae consigo una pizca de melancolía: ¡los días se acortan y las ganas de quedarse bajo las mantas aumentan desmesuradamente!
Para alegrar el ambiente y llenar la casa de exquisitos aromas, nada mejor que ponerse a cocinar utilizando todas las exquisiteces de la tierra que nos regala esta estación.
Aquí tienes tres recetas sencillas y sabrosas de la tradición toscana
La sopa toscana más conocida del mundo es sin duda una de las mejores formas de gustar las verduras de temporada: la ribollita, que solía cocinarse con las sobras de los días precedentes, es ahora un plato versátil que también puede declinarse en versión gastronómica.
Esta especialidad se prepara con repollo negro, zanahorias, cebollas, patatas, alubias cannellini y pan duro.
Una vez preparado el caldo de verduras y añadido el pan, hay que recalentar la sopa: de este pasaje procede el nombre de "ribollita", es decir, hervida dos veces.
El procedimiento es largo porque se necesita toda una noche para remojar las alubias secas y la primera cocción de la sopa dura un par de horas.
Por último, se sirve con aceite de oliva virgen extra y cebolla fresca aparte.
Un gran clásico de la cocina toscana otoñal: pappardelle con setas se preparan en un santiamén y, si los ingredientes son de óptima calidad, ¡el resultado es excelente!
Un primer plato rápido y fácil con sólo dos ingredientes, setas porcini y pasta al huevo.
Las setas deben estar recién recogidas y la pasta fresca, preferiblemente casera.
Las setas deben limpiarse bien, pero hay que tener cuidado de no manipularlas demasiado ni mojarlas con agua: es mejor utilizar un paño húmedo para eliminar el exceso de tierra y un pequeño cepillo de cocina.
Una vez limpias y cortadas, sólo queda saltearlas con aceite de oliva virgen extra, ajo y menta.
Para obtener un resultado excelente, reserva un poco del agua de cocción de la pasta, que utilizarás para formar una apetitosa crema cuando mezclarás todo en la sartén.
El castagnaccio es un pastel rústico que tiene orígenes muy antiguos y ya era muy conocido en Toscana en el Siglo XVI, donde lo preparaban los campesinos como plato de pobres.
La masa es sencilla y se hace utilizando harina de castañas, agua, pasas sultanas y piñones. El resultado es un pastel compacto y sabroso, fuerte tanto en sabor como en aspecto: un pastel fino y sin levadura que debe servirse tibio.
El sabor de la castaña y el romero enriquecido por el sabor envolvente de los piñones hace del castagnaccio un pastel apto para muchas variaciones: para una auténtica explosión de sabor, pruebe la combinación con ricotta o con fiambres y quesos curados.