Vino con miel, especias y flores - Credit: Stefano Cannas
Parece que los etruscos hacían algo especial con su vino. Lo preparaban y lo servían en un cuenco grande, ancho y poco profundo, un recipiente de cerámica que los griegos llamaban kylix, algo parecido a un tazón de ponche de nuestros días. A la mezcla añadían fruta fresca, flores, especias, pan, condimentos fuertes e incluso queso. Era una mezcla cargada y sabrosa, repleta de la generosidad de su tierra.
La evidencia histórica del arte nos ayuda a imaginar este embriagador brebaje. Las colecciones de los museos arqueológicos del centro de Italia contienen cientos de filtros de bronce que los etruscos utilizaban para filtrar esos elementos sólidos de su vino. Y hay muchos ralladores de queso de metal que sobreviven ¡y que se parecen a algo que seguramente usted tiene en el cajón de su cocina en este momento!
¿Se imagina el sabor de este vino etrusco? Debe haber sido una suma de sabores intensos y ricos, con especias y todo lo que estuviera en temporada o se cultivara localmente, un tipo de brebaje etrusco especial que podemos encontrar solamente en nuestra imaginación.
Solo más tarde, en los períodos romano y medieval, la gente del centro de Italia comenzó a cultivar uvas y a producir vino en una escala que se asemeja más a lo que hacemos hoy en día. Pero esta evolución de raíces etruscas es interesante, porque ayuda a pintar el cuadro del origen de los toscanos de hoy: una pintura llena de las alegrías de la familia y los amigos, la música, la danza, los placeres de la mesa, y también, el vino.
