Cuando los colores otoñales se desvanecen, comienza la estación del blanco. Amiata se convierte en un destino aún más fascinante, ideal para quienes buscan lugares auténticos. La magia del bosque y sus paisajes invernales, el manto de nieve inmóvil: éste es el significado del invierno en Amiata.
Quienes visiten la Montaña Amiata en invierno tendrán muchas actividades para probar, capaces de proporcionar experiencias gratificantes y memorables. ¡Veamos algunas de ellas juntos!
La Montaña Amiata se extinguió hace 300 y 200.000 años. Hoy en día, este volcán extinto es rico en frondosos hayedos, dentro de los cuales se encuentran senderos y caminos forestales. Situada entre Maremma y Val d'Orcia, Amiata es fácilmente accesible desde todo el centro de Italia y cuenta con unas instalaciones invernales envidiables.
Los deportivos pueden aprovechar para hacer excursiones guiadas con raquetas de nieve, diurnas o nocturnas, o seguir la disciplina de la caminata nórdica.
Por supuesto, no faltan remontes, equipos y pistas para esquiar. El Centro de Esquí de la Montaña Amiata ofrece 10 km de pistas de esquí alpino, con 8 remontes y 10,5 km de pistas de esquí nórdico.
Para encontrar algo de calor y reconfortarse después de un día en la nieve, puedes elegir uno de los numerosos alojamientos de la zona. Puedes quedarte en la parte alta de la montaña o bien, bajar a los pueblos, hacia Abbadia San Salvatore, Arcidosso, Castel del Piano, Santa Fiora o Seggiano.
Alrededor de la Montaña Amiata se pueden visitar numerosos pueblos medievales característicos. Custodios de una historia antigua, arte y tradiciones, los pueblos de Amiata siguen siendo lugares auténticos para quienes desean alejarse por un tiempo de la vida de la ciudad.
Por ejemplo, en la localidad de Abbadia San Salvatore, puedes visitar una antigua abadía longobarda, construida en 750, o recorrer la historia de las minas de mercurio y de los mineros a través del Parque Museo de la Minería.
Santa Fiora, uno de los pueblos más bellos de Italia, es otro lugar en el cual perderse, encaramado a un acantilado de traquita y rodeado de castañares. Aquí, es imposible no quedar encantados por la Iglesia Virgen de la Nieve y por el Vivero de Peces, la grande piscina que se alza justo al lado del edificio.
Testigo de numerosas batallas, la Montaña Amiata tuvo una importancia estratégica en la antigüedad. Por eso, al explorar sus pueblos, uno no puede evitar darse cuenta de que aún está esparcida de murallas y fortificaciones medievales. Un ejemplo es el Fuerte de los Aldobrandeschi en Piancastagnaio, que domina toda la zona, o el Castillo de Arcidosso, que hoy alberga el Museo del Paisaje Medieval.
En esta época, las tradiciones también cobran vida en los pueblos de Amiata: cada pueblo tiene su propio cartel de fiestas de orígenes ancestrales, como "Befanate" y la fiesta del "Carnaval de los muertos".
Sin embargo, el periodo en el cual Amiata adquiere su aspecto más fabuloso es aquel navideño. Las hogueras y procesiones de antorchas que se encienden a primera hora de la noche iluminan los pueblos, envolviéndolos en una atmósfera única que nos transporta atrás en el tiempo. En Abbadia San Salvatore, la "Ciudad de las Antorchas", se celebra una de las fiestas del fuego más antiguas de Italia, en la que participa toda la comunidad y cuya historia se remonta a antes del año Mil. Las antorchas, montones de leña en forma de pirámide, se distribuyen en varios puntos del centro histórico en espera de la Noche Buena, cuando se les prende fuego.
A quienes les guste degustar los sabores de la región durante un viaje, encontrarán muchas sorpresas agradables en Amiata. Después de un día entre esquí, raquetas de nieve o paseos por los pueblos, es ideal tomarse un descanso y degustar la comida y los productos locales.
Amiata es el territorio de producción del Pecorino Toscano DOP, que cuenta con una tradición quesera antiquísima. Podemos maridar este queso con un vino tinto, como el prestigioso Montecucco.
Entre los productos de excelencia de Amiata figuran también las trufas, sobre todo en la zona de Castell'Azzara, donde el "rey de los bosques" ostenta un aroma único que realza los platos tradicionales.
De los olivos seculares que crecen a los pies de la montaña se obtiene el Aceite de Oliva Virgen extra Seggiano DOP, un producto de alta calidad obtenido a partir del cultivar "Olivastra Saggianese". En 2012, en Seggiano, se ha creado el Museo del Aceite, un proyecto de "museo difuso" que pasa por la parte interna del pueblo.
Entre las especialidades culinarias, hay que probar el biscote salado de Roccalbegna, duro y desmenuzable con una particular forma de lazos de cintas, mientras que al final de la comida se puede degustar el "brecciotto", aromatizado con anís. Típica de Abbadia San Salvatore es, en cambio, la "ricciolina", una tarta de forma redonda que encierra un corazón de chocolate y frutos secos en un cofre de pasta frola, todo ello coronado con merengue.