Entre Arezzo y el Área Florentina se extiende un espléndido valle atravesado por el Arno. Se trata de uno de los territorios que ha logrado gestionar con gran equilibrio las necesidades de producción con la conservación de bienes artísticos y medioambientales de valor incalculable. Se trata de Valdarno.
Descubramos juntos 3 tesoros que no hay que perderse en un viaje a través de esta afortunada tierra.
Piñáculos rocosos que pueden alcanzar los 100 metros de altura, gargantas profundas. En Alto Valdarno (sobre todo en el Municipio de Reggello), las formaciones de rocas arcillosas conocidas como Balze crean panoramas insólitos y sugestivos que uno esperaría ver en un viaje para descubrir el Gran Cañón en los parques estadounidenses.
También conocidos como "smotte", los barrancos son un espectáculo natural que asombra a cualquiera que se acerque a ellos: incluso el mayor genio de todos los tiempos, Leonardo da Vinci, quedó encantado con ellos, hasta el punto de captar las peculiaridades de este paisaje y plasmarlo como telón de fondo de su obra más famosa, la Gioconda.
Los Barrancos no sólo son un espléndido escenario paisajístico, sino también un hábitat de especial valor naturalístico protegido por el Área Natural Protegida de Interés Local, que podrás explorar con tu propio ritmo para apreciar un territorio de características geológicas únicas y disfrutar de una hermosa jornada de senderismo en la naturaleza.
El camino del Agua Zolfina es uno de los itinerarios de senderismo que permite admirar los Barrancos en su máxima expresión. Se trata de un recorrido circular que comienza y termina en uno de los pueblos más bellos de Italia, Castelfranco di Sopra, y que toma su nombre de una fuente de acqua zolfina por donde se pasa en el itinerario. El valle tiene los tonos típicos de la campiña toscana, entre huertos y viñedos. Hacia la mitad del recorrido circular encontrarás una carretera que conduce al pequeño y encantador pueblo encaramado de Piantravigne.
Imagina un pueblo en el que el tiempo parece haberse detenido en los días en que la gente todavía utilizaba la energía del agua. Aquí, en las laderas de Pratomagno, el río Ciuffenna todavía mueve las aspas de un molino, erigido sobre un peñasco. Se trata de uno de los molinos de agua más antiguos de Toscana que aún funciona, el único que queda de los 14 que hay a lo largo del río. Se remonta al año 1000 y todavía se utiliza para la producción de harinas de trigo, maíz y castañas.
Loro Ciuffenna -uno de los "pueblos más bonitos de Italia"- se reúne en torno a este molino y a la torre cívica, cuyo reloj ha marcado los días de sus habitantes durante siglos. Un puente románico de piedra, conocido como el Puente Viejo, une las dos orillas del río. El ambiente familiar de este pequeño centro rural, rodeado de bosques, permite pasear plácidamente por las callejuelas y el paseo que bordea el curso de agua.
Beato Angelico, definido por Vasari como "excelente pintor" y "óptimo religioso», nació en Mugello y se formó en Florencia, pero es en San Giovanni Valdarno donde se puede admirar una de sus mayores obras maestras: La Anunciación.
El Museo de la Basílica de Santa María de las Gracias conserva numerosas pinturas procedentes de iglesias y conventos de la ciudad y sus alrededores, sobre todo de los Siglos XV y XVII. De toda la colección, la Anunciación representa la obra más emocionante. Ha sido realizada hacia el 1430 y procede del convento de Montecarlo.
Recordando algunas características de la más conocida Anunciación de Cortona, Beato Angelico representa la escena bajo un pórtico finamente decorado con grandes arcos que abren el entorno a un paisaje bucólico. El Arcángel Gabriel, con una túnica roja decorada con oro, se representa con el gesto de una reverencia ante la Virgen, que también está inclinada hacia delante con las manos en el pecho, en una pose casi de espejo. El rostro de la Virgen, enmarcado por la aureola, tiene unos rasgos que parecen desafiar el tiempo por su modernidad.
En comparación con la Anunciación de Cortona, aquella de San Giovanni expresa una mayor sensibilidad en los colores y la luz, con un sentido del equilibrio y la perspectiva que centra nuestra atención en la escena de la Anunciación, atrayendo nuestra mirada de forma magnética.
Si hoy podemos admirar esta obra maestra, se lo debemos a las personas que se esforzaron por esconderla y protegerla de los robos durante la Segunda Guerra Mundial.