Uno de los más grandes generales de todos los tiempos, Napoleón Bonaparte, después de la derrota de Leipzig, fue relegado a reinar en la Isla de Elba. Entre los años 1814 y 1815 todos sus esfuerzos se dirigieron al nuevo pequeño reino, que administró con energía: estudió los recursos locales, reorganizó la agricultura, el transporte y el comercio, incluso diseñó la bandera de Elba: blanca con abejas doradas en una banda roja.
Aquí hay un itinerario para seguir los rastros dejados por el Emperador en el exilio en la isla toscana.
No es difícil recorrer todos los lugares napoleónicos: el principal es el Palacete o Villa de los Molinos en Portoferraio, entre el Fuerte Falcone y el Fuerte Stella, en una posición privilegiada para controlar tanto el mar como la ciudad.
La sobria residencia es la unión de dos grandes casas ducales en las cuales se han construído la Sala de Recepción, elevando el techo, la Sala de Oficiales, el estudio personal, el dormitorio y el Sala de los Pajes, mientras que las habitaciones están decoradas y amuebladas, por supuesto, en Estilo Imperio.
Para la estación más cálida, Napoleón eligió una casa en el verde, Villa San Martino, cerca de Portoferraio, y la hizo adaptar por algunos decoradores, en particular Pietro Ravelli, que realizó frescos en algunas habitaciones simbólicas. La Sala Egipcia es una referencia a una campaña militar del general, con un Zodíaco en el techo, un signo de la fuerza del azar.
La Sala de las Palomas, con los dos animales pintados en vuelo sosteniendo una cinta anudada con sus picos, más apretada cada vez que se alejan: un signo de lealtad para su esposa María Luisa de Austria.
La Villa está flanqueada por una galería de estilo dórico, construida por un primo del Emperador, el príncipe Demidoff, para recoger las reliquias de Napoleón. También se puede apreciar una estatua de Galatea, atribuida a Canova, que representa a la despreocupada hermana de Napoleón, Paulina.
Otro Museo Napoleónico se encuentra en la Iglesia de la Misericordia en Portoferraio, que también custodia moldes de la mano y el rostro del Emperador. Siguiendo los pasos de Napoleón, también se pueden descubrir sus otras pasiones como los libros y el teatro.
Entre los otros lugares napoleónicos de la isla no hay que olvidar la ermita en el bosque cerca del Santuario de la Virgen del Monte y, cerca, una curiosa roca llamada la Silla de Napoleón, desde donde el Emperador habría admirado su Córcega.