Panta rei, todo fluye. Como el agua en Toscana, desde el mar hasta los manantiales de la montaña. En esta región se pueden visitar pueblos históricos, grandes ciudades de arte o bien, dejarse llevar por una corriente invisible descubriendo así cascadas, molinos y millones de historias. Sígueme en este viaje para llevarte a conocer cuatro caminos inusuales para recorrer.
Un lugar que custodia tres (y más) historias. La puesta en funcionamiento del Molino de Giamba sigue a la cosecha anual de las castañas que se realiza en octubre y que requiere la fuerza del agua para limpiar los frutos y transformarlas en harina dulce. El molino es parte integrante del Ecomuseo de las Montañas de Pistoia , que ha creado una serie de recorridos que permiten comprender la fusión y convivencia entre el hombre y el medio ambiente a lo largo de estas laderas. Bajando por el camino del molino y siguiendo el curso del arroyo, el relato se enriquece con las historias de los carboneros, que aquí tenían sus refugios donde completaban el duro trabajo de recoger y transformar la leña en carbón vegetal. Todavía es posible observar las chozas improvisadas cubiertas de hierba y adentrarse de puntillas en un mundo antiguo, conservado en la memoria de la posteridad. El agua sigue fluyendo entre estas montañas y luego desemboca en el río de las palabras escritas por Tiziano Terzani, un habitante de estas tierras que ha dejado en Orsigna su alma y otros signos indelebles importantes, incluyendo el sendero n. 5 del CAI que te llevará a su querido "árbol con ojos".
Enclavadas entre los picos de los Alpes Apuanos, las Cascadas de Malbacco son manantiales naturales que se desarrollan a poca distancia del Municipio de Seravezza. Para llegar a ellos se viaja en coche hasta la localidad homónima de Malbacco y desde aquí se empieza a recorrer la carretera cerrada al tráfico buscando la bajada nº 4. A partir de este punto, se continúa hacia la derecha y, poco después de pasar cerca de una ruina, las cascadas aparecerán ocultas por las últimas ramas de los árboles. Será emocionante prepararse para bañarse rodeados de los sonidos de la naturaleza y (para los más atrevidos) escalar la pared de la cascada y aprovechar el tobogán natural, creado por el curso del río Serra, para zambullirse en el manantial azul cristalino. Las aguas transparentes de los manantiales atraen a más de un caminante para baños y descansos regeneradores pero dejamos una advertencia: el agua es muy fría.
Cuenta la leyenda que varios campesinos fueron engañados por las letras talladas en un puente situado en las laderas de la Montaña Serra en Lucca. Parecían de oro viéndolas brillar bajo los rayos del sol, en cambio eran simples letras de latón. Una historia que ha dado el nombre a la localidad: las Palabras de Oro. Parole d’Oro -Palabras de Oro- y su puente son parte integrante del sendero que lleva a descubrir la historia del espléndido Acueducto monumental de Nottolini, proyectado por Lorenzo Nottolini a instancias de la Duquesa de Lucca, Maria Luisa di Borbone en el 1822. Para llegar hasta él, hay que partir del sendero que, siguiendo los imponentes arcos, conduce al Templete de Guamo, punto de recogida de las aguas del manantial, y en unos veinte minutos se llega al suave serpenteo de los antiguos canales del acueducto.
Para apreciar un ambiente aún más de fábula y sumergirse en la historia de un acueducto del siglo XVIII inmerso en los bosques, se puede llegar a la ciudad de Livorno y subir a las colinas hasta encontrar el Acueducto Leopoldino situado cerca de Colognole. Fue proyectado en el siglo XVIII para satisfacer las necesidades de abastecimiento de agua de una ciudad que en menos de cien años triplicó su número de habitantes, es un acueducto importante: puede preciarse de un recorrido de dieciocho kilómetros y un desnivel de doscientos cincuenta metros que desde las fuentes del río Morra conduce al centro de Livorno hasta la Gran Conserva de Riseccoli, más conocida como el Cisternone. Siguiendo el sendero n° 125 del CAI se podrá caminar entre puentes, arcos, escaleras y casetas de inspección transformadas en hermosos templetes neoclásicos. Rincones que parecen pasadizos secretos en un bosque de encinas seculares. El Acueducto Leopoldino sirvió a la ciudad de Livorno hasta principios del siglo XX y todavía se utiliza para abastecer a algunos pequeños pueblos de los alrededores. Un camino que es una estrecha combinación de naturaleza y arquitectura a pocos kilómetros de Livorno, es otro tesoro toscano para descubrir junto con la Terraza Mascagni, las vías fluviales (esta vez del mar) de los Canales de los Medici y el grandioso paseo marítimo con el perfume de salobre.