El primer impacto con Abbadia puede ser un poco engañoso: al llegar desde la Vía Cassia se tiene la impresión de un pueblo moderno con amplias calles arboladas. Pero una vez que se llega al centro, la atmósfera cambia dejando espacio para el encantador pueblo, uno de los lugares más evocadores de Toscana medieval.
En el corazón del pueblo se encuentra la Abadía de San Salvatore fundada, según la tradición, en el 762 por el duque longobardo Ratchis. Aquí se ha conservado la antiquísima Biblia Amiatina, un antiguo ejemplar de manuscrito. Por último, es muy sugestiva la cripta longobarda que se piensa corresponda al Siglo VII a.C. con sus treinta y cuatro columnas.
El Castillo está atravesado por tres calles más o menos paralelas en las cuales se encuentran la Iglesia Santa Croce construida en el 1221, y aquella Sant'Angelo del 1313, que actualmente es una residencia privada.
También vale la pena ver el Palacio del Podestá, el Palacio del Pueblo y los otras numerosas construcciones medievales del pueblo.
De cierto interés histórico es el complejo de la mina que se encuentra a las puertas de la ciudad. Explotada entre el 1897 y los años 70, la mina es testigo de la profunda transformación de Abbadia San Salvatore en el siglo XX. La mina, ahora en desuso, se ha transformado en un Museo Minero dedicado a la geología, la historia de la explotación del mineral, el trabajo en el túnel y en la planta metalúrgica y la vida cotidiana de los mineros. Fuera del museo se puede ver uno de los trenes de vía estrecha que se utilizaban en las galerías.