Pasear por Capalbio hoy en día significa descubrir un pueblo que, a pesar de sus altibajos, ha sido capaz de conservar intacta su antigua organización medieval. Es hermoso recorrer todo el antiguo camino de ronda, donde se puede admirar un panorama abierto y sugestivo de la campaña circundante.
La Porta Senese todavía conserva sus puertas originales del siglo XV de madera maciza.
En el centro histórico, cerca de la Fortaleza de los Aldobrandeschi, se encuentra un pequeño tesoro: la Iglesia San Nicola. El edificio fue construido en la Edad Media cerca de la cima de la colina alrededor de la cual surge el pueblo, y a lo largo de los siglos se ha enriquecido con elementos decorativos de varios estilos -románico, gótico y renacentista- que lo convierten hoy en una fascinante y agradable mezcla de expresiones artísticas.
En contraste con los sencillos muros exteriores, cubiertos sólo de yeso, está el interior, una sola nave flanqueada por una serie de capillas laterales, adornadas con preciados frescos de la época renacentista que nos hablan de la sociedad de la época, de sus costumbres, de los santos a los que se dirigían y de las familias más destacadas.
Con el pasar de los años, Capalbio se ha convertido en una meta para el turismo de élite, atraído por la fascinante atmósfera que se respira entre las estrechas calles del pueblo y las hermosas playas de Chiarone, Macchiatonda y la Torba. También Giacomo Puccini, como atestiguan sus cartas a Giuseppe della Gherardesca y Piero Antinori, amaba refugiarse en estas tierras, especialmente para las partidas de caza.