Cerca de Fivizzano, en Lunigiana, entre magníficas extensiones de olivares, con el lejano telón de fondo del verde oscuro de los bosques de castaños, aún son visibles las estructuras de lo que fue el Convento de las Carmelitas, situado a lo largo de la ruta que une el territorio de Lunigiana con Garfagnana.
Es un lugar muy importante para toda la población de Lunigiana, donde, a mediados del siglo XVII, entró de joven el beato Angelo Paoli, natural de la cercana Argigliano.
Fundador del convento de Fivizzano, en 1568, fue fray Raffaele da Cirignano, religioso carmelita. La construcción del convento duró muchos años y, durante su edificación, los frailes se alojaron en la casa materna de fray Rafael. Al cabo de 20 años, los monjes tenían una iglesia dedicada a Nuestra Señora de las Nieves y un monasterio propiamente dicho con un claustro cuadrado de estilo renacentista, columnas y un pozo central de arenisca local.
Alrededor del 1700, el claustro fue pintado con frescos con unos lunetos de bella factura por Stefano Lemmi, conocido pintor de Fivizzano de la escuela de Guido Reni de Bolonia. El convento tuvo un continuo crecimiento y desarrollándose rápidamente entre 1600 y 1700, adquiriendo cada vez más importancia, pero dos siglos después de su fundación, en 1782, fue suprimido por orden del Gran Duque de Toscana, Pietro Leopoldo.
Tras un largo proceso de deterioro y reutilización, a finales del siglo XIX, el convento fue adquirido por la familia Adreani de Fivizzano, que sigue siendo su propietaria. La familia Andreani ha llevado a cabo algunos trabajos de restauración conservadores del claustro, de un salón y varias salas de la planta baja, creando los ambientes necesarios para celebrar bodas, fiestas y eventos diversos. Se ocupó especialmente de la restauración de los "lunetos" pintados al fresco por Lemmi, que se encontraban en grave estado de deterioro, confiando los trabajos a profesores y alumnos de la escuela de Botticino y de la Academia de Bellas Artes de Brescia, que realizaron un excepcional trabajo de restauración de los frescos de todo el claustro.
Gracias a las obras de restauración y recuperación del Convento, ahora es posible disfrutar del privilegio de vivir un antiguo claustro renacentista totalmente recuperado, con los colores originales recreando un ambiente realmente único y evocador.